sábado, 24 de enero de 2009

Ladrido Nº4: Susana

“Diga?” – dijo Susana al coger el teléfono.

“Hola, Susana? Soy Lara! Cómo estás? No veas lo que nos ha pasado…”

Susana, chica de Barcelona. 24 años. Llegó a Taiwán unos tres meses antes de esa llamada, con poco más que un billete de ida de Barcelona a Taipei y una maleta. Se fue a Taiwán en busca de trabajo, de perfeccionamiento del chino, de continuar trotando por el mundo… convencida por una amiga de la Universidad que Taiwán era un “mar de oportunidades”.

La casualidad había llevado a Susana a aprender Chino. La casualidad, o quizás el destino, aquel destino del que os hablaba con anterioridad? No sé… la cuestión es que Susana , de entrada, no quería estudiar chino. Vamos a ver… Susana adoraba los idiomas, desde muy pequeñita su mamá ya la mandaba a una academia por las tardes a salir del colegio a aprender inglés, y le gustaba mucho. Soñaba con un día ir a Londres y ver ese Big Ben y los autobuses rojos de dos pisos que siempre salían en los libros de texto. De adolescente, cuando hacía lo que era entonces el BUP y el COU, era forofa del latín y el griego. Los idiomas eran lo suyo y lógicamente, cuando llegó la hora de ir a la Universidad, eligió la carrera de Traductor e Intérprete.

Aquí llega el destino, la casualidad… o quizás el simple despiste. Septiembre del 1989 – Susana fue aceptada en la Escuela de Traductores de la Universidad Autónoma de Barcelona, y la carta de aceptación la invitaba a ir a matricularse un cierto Lunes de ese mes. Susana estaba histérica de la emoción cuando recibió esa carta – la habían aceptado, en la Escuela de Traductores e Intérpretes de Barcelona, una de las pocas del país y con mucha competencia para entrar!

 En la carta le explicaban que, durante la matriculación, además del inglés, castellano y catalán, Susana tenía que elegir una cuarta lengua. Ella quería hacer Ruso. Siempre había tenido cierta fascinación por Rusia, por la lengua Rusa, Moscú, la revolución, la Plaza Roja… Susana soñaba despierta con viajar a Rusia, trabajando de Intérprete en grandes conferencias y reuniones de alto nivel… como digo, estaba histérica de la emoción.

Pero ya se sabe lo que pasa cuando estás emocionado o histérico de felicidad – nosotros los perros lo sabemos bien: nos despistamos, nos emocionamos, no paramos de mover la cola, corremos en círculos como locos, saltamos, gimoteamos, ladramos e incluso a veces nos hacemos pipí! Susana por suerte no se hizo pipí, pero sí se despistó y, mientras que soñaba despierta con el ruso, no leyó la carta con atención.

Y así, en vez de presentarse a la matrícula el dicho Lunes de ese mes de Septiembre, Susana se presentó el Miércoles. Y ya se sabe (o almenos por lo que oigo) que las cosas que dictan la burocracia y los funcionarios en España, incluídos los que trabajan en las Universidades, son inamovibles e irrevocables. Así que Susana, llegando dos días tarde a la cita de la matriculación, no tuvo la opción de elegir Ruso. La clase ya estaba llena. Y también las clases de todos los otros idiomas: árabe, alemán, italiano… hasta japonés. Eso sí: quedaban muchas plazas libres en Chino! Habían introducido la enseñanza del Chino por primera vez en la Facultad ese año, y no se había matriculado nadie.

Tenéis que retroceder en el tiempo para entender esta situación: hablamos del 1989. En esa época NADIE quería aprender Chino, y la verdad es que poca gente en España te podía localizar China en el mapa. La China y el Chino eran mundos totalmente desconocidos, y el contacto que España tenía con ese país, ese mundo, era mínimo. No es de extrañar, pues, que nadie se hubiera matriculado para estudiar chino. Lo que era extraño es que la Facultad de Traductores hubiera decidido introducir esa lengua. El motivo era simple: el entonces Director de la Facultad era un irlandés sinólogo y auténtico fan de todo lo Chino. Fue él, a través de sus contactos con el mundo asiático, que consiguió introducir la enseñanza de ese idioma y conseguir una beca para traer a un profesor desde Beijing, el Señor Wang.

Pues sí, así empezó Susana a estudiar chino. Pero como dicen que no hay mal que por bien no venga, lo que en principio le pareció como una broma pesada (Susana esperaba poder cambiar de idioma el segundo trimestre), terminó siendo una bendición, una gran suerte. Una vez empezó con los estudios, Susana se quedó enamorada de esa lengua, y de la cultura extraña y misteriosa que se escondía detrás de ella.

Y un despiste cambió la vida de Susana para siempre. En el 1991 consiguió una beca para irse un año a Beijing a estudiar Chino, y a descubrir la inmensa China. En el 1993, después de acabar la carrera de Traductores y haber pasado ese año increíble en China, se marchó a la Universidad de Leeds en el Reino Unido, donde hizo una segunda carrera, la de Estudios Orientales. Y cuando terminó, en el 1995, sin saber muy bien qué hacer con su vida, una de sus compañeras de Universidad le planteó irse a Taiwán con ella. “Vente a Taiwán, Susana. Te encantará. Hay muchas oportunidades de trabajo allí, puedes dar clases de inglés o de español, mejorarás el Chino un montón…”

Así llegó Susana a Taiwán. El 15 de Octubre de 1995, el día de su 24º cumpleaños. Billete de ida Barcelona-Taipei y una maleta nada más. Un poquito a probar suerte… por qué no? Los dos primeros meses fueron complicados, pero consiguió adaptarse con relativa facilidad, compartía piso con tres amigos, estudiaba Chino en la Universidad por las mañanas, y por las tardes y noches daba clases de inglés y español en varias academias para cubrir los gastos de vida y estudios. Estaba a gusto en Taipei.

Y a los tres meses de llegar a Taiwán más o menos, un día de Enero por la noche, suena el teléfono su pequeño piso compartido con amigos, cerca del barrio estudiantil de Shida:

“Hola, Susana? Soy Lara! Cómo estás? No veas lo que nos ha pasado…”

“Lara! Qué? No me asustes…”

“Estoy metida en un buen lío. Mark casi me mata… resulta que hace un par de días, salgo a tirar la basura por la noche, y cuando abro el contenedor oigo unos ruidos dentro…”

“Qué miedo! Qué era?”

“Seis perros, seis cachorritos monísimos! Pequeñísimos, no deben tener ni dos semanas, o quizás sólo tienen días… no sé. Alguien los ha tirado a la basura, te lo puedes creer? Cómo puede hacer la gente algo así? Me los tuve que llevar todos a casa… no los podía dejar ahí, pobrecitos. Se morían de hambre y de frío. No paran de llorar. Mark dice que estoy loca! Susana, tienes que venir a verlos…”

1 comentario:

  1. Tú si que eres valiente. Una maleta y todo el mundo por delante.

    Admiro a las personas que son capaces de lanzarse a la aventura de cabeza. Yo todo lo pienso mil veces y busco los pros y los contras.

    eso si, una vez que me lanzo, ya no hay vuelta atras y no hay quien me pare

    Conchi

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