Yo agrupo a todos los humanos en dos categorías, bueno, en tres: 1) los humanos a los que les gustan los perros; 2) los humanos a los que no les gustan nada los perros; y 3) los humanos que creen que les gustan los perros, pero en realidad, no les gustan nada...
A ver, como perro (y como a persona, me imagino), a ninguno de nosotros nos gusta que nos abandonen, y si encima, naces con una enfermedad de la piel que te convierte en el cachorrito más feo y apestoso del mundo, pues la verdad que uno pierde la seguridad en sí mismo con bastante facilidad. También tenemos nuestras inseguridades, sabéis?
En fin... ya os expliqué que, cuando Susana me recogió, aquel frío Enero de 1996, yo, con esa enfermedad con la que había nacido, más que un perro parecía un cerdito, con toda la piel rosada al aire, y algún que otro mechoncito de pelo negro aquí y allí. Y además, con la peste que hacía, me imagino que no era agradable tenerme cerca... la verdad es que era desagradable incluso para mí!
Susana me llevó a su piso, un pequeño piso en un bloque bastante viejo en un callejón tranquilo de Taipei, cerca de Shi-Da (la "Taiwan Normal University"). Por aquel entonces, Susana compartía piso con Giles - el inglés divertido y ligón con el que había estudiado en Inglaterra y del que ya os hablé en algún ladrido anterior; Jonathan - un americano típicamente californiano, estudiante de chino y con bastantes humos, vaya, de esos que se creen que Estados Unidos son el centro del universo; y Carol - una inglesa amiga de los años universitarios de Susana en Inglaterra, y de hecho, la que le dio la idea a Susana de irse a vivir a Taiwán.
Tenía el aspecto típico de un piso de estudiantes, o de gente que se acaba de licenciar y aún están en esa etapa atascada entre la vida de "joven" y la vida de "adulto". Era un piso viejo, de alquiler, bastante desordenado, algo sucio, de muebles de mercadillo taiwanés cutres, acogedor pero bastante básico. Por él pasaban a menudo personas de todo tipo, desde los ligues de una noche de Giles y Jonathan, hasta estudiantes que venían a hacer clases particulares de inglés o español, o grupos de amigos de todos los colores y nacionalidades que venían a tomar algo, a cenar, o a echar una partidita de cartas o mah-jong con los chicos.
Había un buen ambiente... se respiraba juventud y positivismo.
Pero yo soy un perro, y por entonces, era un perro feo y maloliente. Susana y Giles me quisieron y me mimaron, me alimentaban, me bañaban, me llevaban al veterinario para curarme de mi enfermedad, me enseñaron a no mearme ni cagarme en la casa y esperar a que me sacaran a pasear.
Jonathan y Carol, para sorpresa de Susana, no me querían. Me insultaban y a veces me apartaban de la mesa a patadas. Cuando, por ser cachorro, me hacía pipí en casa (sin mala intención, eh?), me pegaban. Me llamaban "maldito perro apestoso" y cosas peores. Se enfadaban con Susana y Giles por haberme traído a la casa.
Y muchos de los amigos que venían a menudo a la casa, dejaron de venir. Algunos de ellos se inventaban excusas, otros simplemente decían que "les daba asco ese perro".
Fueron días y meses difíciles para mí, y para mi "amita" Susana, también para Giles. El rechazo de muchos nos dolía, y a ellos dos les sorprendía.
Éste fue el momento cuando empecé a categorizar a los humanos: los que les gustan los perros, los que no les gustan y los que se creen que les gustan, pero a la hora de la verdad, los rechazan a patadas.
Para Susana, éste también fue el momento en que categorizó a los amigos: los amigos de verdad y los que, a la que ven tormenta, desaparecen.
Tenía el aspecto típico de un piso de estudiantes, o de gente que se acaba de licenciar y aún están en esa etapa atascada entre la vida de "joven" y la vida de "adulto". Era un piso viejo, de alquiler, bastante desordenado, algo sucio, de muebles de mercadillo taiwanés cutres, acogedor pero bastante básico. Por él pasaban a menudo personas de todo tipo, desde los ligues de una noche de Giles y Jonathan, hasta estudiantes que venían a hacer clases particulares de inglés o español, o grupos de amigos de todos los colores y nacionalidades que venían a tomar algo, a cenar, o a echar una partidita de cartas o mah-jong con los chicos.
Había un buen ambiente... se respiraba juventud y positivismo.
Pero yo soy un perro, y por entonces, era un perro feo y maloliente. Susana y Giles me quisieron y me mimaron, me alimentaban, me bañaban, me llevaban al veterinario para curarme de mi enfermedad, me enseñaron a no mearme ni cagarme en la casa y esperar a que me sacaran a pasear.
Jonathan y Carol, para sorpresa de Susana, no me querían. Me insultaban y a veces me apartaban de la mesa a patadas. Cuando, por ser cachorro, me hacía pipí en casa (sin mala intención, eh?), me pegaban. Me llamaban "maldito perro apestoso" y cosas peores. Se enfadaban con Susana y Giles por haberme traído a la casa.
Y muchos de los amigos que venían a menudo a la casa, dejaron de venir. Algunos de ellos se inventaban excusas, otros simplemente decían que "les daba asco ese perro".
Fueron días y meses difíciles para mí, y para mi "amita" Susana, también para Giles. El rechazo de muchos nos dolía, y a ellos dos les sorprendía.
Éste fue el momento cuando empecé a categorizar a los humanos: los que les gustan los perros, los que no les gustan y los que se creen que les gustan, pero a la hora de la verdad, los rechazan a patadas.
Para Susana, éste también fue el momento en que categorizó a los amigos: los amigos de verdad y los que, a la que ven tormenta, desaparecen.
Hola...
ResponderEliminaryo soy la humana a la que le gustan de veras los perros!
Amira
Pues no sé si dejarte un comentario o un ladrido^^
ResponderEliminarMuy original tu blog, saludos!
Hola Amira! Muchas gracias por tu comentario... pronto habrán más ladridos!
ResponderEliminarHola JChef... guau! Jajaja! Gracias!
...traigo
ResponderEliminarsangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
SUSANA
Jose
ramón...